(1994) CÓMPLICES

Cuando existe una fuerza tan grande que une a una familia, ninguna persona, ni ningún comentario puede hacer daño, más bien la fortalece porque saben que cuentas con un cómplice para ser feliz. Nosotros teníamos nuestro propio mundo donde nadie podía entrar para hacernos daño, estábamos alejados de la familia y formamos una nueva familia, una que escogimos nosotros mismos.

Ese diciembre el niño Jesús no llegó a la casa, no porque los niños se portaran mal, mas bien, era común para mí, que los halagaran por lo bien que se portaban. Normalmente se sentaban a mi lado y de forma muy cuidadosa me decían todas sus inquietudes a mi oído.

Ese año, los niños no lo vieron como algo que los minimizaba, nuestros momentos eran tan increíbles, nuestro amor era tan grande que todo lo demás no nos hacía falta.

En esos días, fui con los niños a la peluquería, ya era principio del mes de enero, realmente no recuerdo el año 1993 o 1994.

Las peluqueras encantadas con los niños empiezan a buscarles conversación y hablan de la navidad y el niño Jesús, por supuesto ellos me miran con los hombros encogidos sin saber que decir, yo los miro asombrada, buscando la manera de que me entendiera que no dijeran nada, que no hablaran, miles de señas les hice, pero niños al fin, llegó la pregunta que no queríamos oír…

¿Qué te trajo el niño Jesús?

Ya yo estaba poniéndome la mano en la cara para buscar la manera de que no me preguntaran o hacerme la que no sabía, pero ese instinto que siempre ha tenido él.

Solo dijo con su voz muy baja y dulce, que todos rogaban para escuchar, aparece diciendo que el niño Jesús le regaló una bicicleta, yo no lo podía creer que uno de mis niños había dicho una mentira, pero como regañarle, como explicarle si fue él, el que me dio la enseñanza.

Ellas se rieron y dejaron el tema atrás. Cuando salimos le pregunté por qué lo hizo y solo encogió sus hombros. Era lo más lógico en ese momento, solo dijo lo que querían escuchar…

Un cómplice es una de las travesuras más hermosa de la vida.