(1979) VUELTAS Y VUELTAS

(1979) VUELTAS Y VUELTAS

Estaba viendo por la ventana, íbamos por una carretera y mi padre disminuye la velocidad porque había un poquito de nieve en el camino, no era nada común en Orlando. Estábamos mi hermana, mi padre y yo. Primera vez que solo estábamos los tres.

Es como los sueño porque me viene ese recuerdo sin introducción ni cómo llegamos a ese lugar. No recuerdo subirme al avión, ni la despedida, ni cuando llegamos de vuelta, solo recuerdo el viaje desde ahí.

Cuando avanzábamos por la vía al llegar estábamos en una ciudad que no conocía, había un edificio inmenso y lo atravesaba un tren, y al llegar fuimos a una habitación, todo era nuevo para mí.

Quizás por eso cada vez que veía un avión pasar por donde vivíamos gritaba señalándolo y decía ¡allá va mi papá! ¡allá va mi papá!, estaba convencida que estaba en ese avión, así mi corazón daba una explicación simple de por qué no estaba en casa.

Era muy diferente, la gente, la ciudad, las cosas que veía y la emoción que tenía era tal que no la controlaba, caminaba dando saltitos para no correr y tocar todo lo que veía. Cuando ya estaba al tanto que íbamos al parque y veía como nos acercábamos al castillo, solo imaginaba con correr dentro de él y ver sus pasillos inmensos tal cual se veía en las películas de princesas, y fue un poco frustrante al pasar dentro de él y solo era un túnel.

Esa desilusión no me impidió seguir emocionada de todo lo que veía y aún recuerdo, los arbustos en forma de las caricaturas, esos personajes inmensos que venían a saludarte, y lo que más me emocionaba; las atracciones. Cómo era pequeña debía estar siempre con mi padre o mi hermana.

Nos montamos en unos carritos de carrera, yo iba al lado de mi padre y mi hermana se montó en otro. Todo pasaba como en cámara lenta cuando lo veía a él a mi lado sonriendo y disfrutando juntos era como una película en su mejor momento.

Luego de allí seguimos de juego en juego, teníamos un brazalete para no hacer cola en ningún juego, no parábamos de uno y otro hasta que mi hermana descubrió las tazas y no quiso bajarse de allí hasta que se acabó el día, y volvió al día siguiente, yo no podía más con tantas vueltas y ella encantadísima.

Cada momento que recuerdo de ese viaje es maravillo y me gustaría poder tener recuerdos más firmes de cada día. Pero en cuanto pienso en esos días se me dibuja sin control una sonrisa en mi rostro al vernos a mí y a mi hermana dando vueltas por horas en esas tazas del parque.

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