(1983) EL HURTO

(1983) EL HURTO

Llegaron las vacaciones y era la hora para el viaje, tenía todo lo necesario, preparamos la maleta y era tanta la emisión que llevé toda mi ropa, literalmente "toda".

Cada encuentro con mi padre, hasta el día de hoy, no ha faltado una frase hermosa que me dice: "yo te recibí en mis manos…", y no solo que la diga, si no la ternura de su rostro cuando recuerda el día que nací y él fue el primero en darme la bienvenida a este mundo. Esa frase se la puedo oír mil veces, porque es así, "me siento en sus manos".

No recuerdo a mi padre en casa, desde que tengo conciencia yo estaba con mi madre. No presencié discusiones ni el proceso de la separación como mis hermanos mayores, por eso en mi sentir, la familia no se dividió, más bien creció ahora nos uníamos a otros, aumentando los padres, hermanos, primos y tíos.

Por eso era normal para mí, tener dos mundos totalmente diferentes, el día a día con mi madre y las vacaciones con mis padres, podría mencionar un libro muy conocido, pero para mí, las personas pobres o ricas, inmediatamente las relaciono con sus virtudes como personas y no con la cantidad de dinero que poseen. Así que los dos mundos en donde crecí eran diferentes, pero ambos tenían lo que nunca se agota.

Esta vez iba a conocer la Isla de Margarita, el atractivo turístico más importante de Venezuela.

Mi padre tenía una lancha y en ella se iban mis hermanos y yo iba aparte en avioneta con la otra parte de la familia.

Yo era muy consentida y lloraba por todo, pero con ella me sentía a gusto y no tenía miedo a pesar de mi inocencia, normalmente caía en los juegos que me hacían y quizás mucha gente pudo pensar que era un poco tonta, pero yo no entendía el sarcasmo, ni las ironías, así que disfrutaba de todo.

El paseo en la avioneta fue muy entretenido y llegamos a ver a mi padre navegando desde el cielo, aun no se si fue sarcasmo, pero yo me lo creí, era impresionante lo pequeñito, parecía un puntito blanco en el mar. Veíamos la isla y se podía apreciar cómo nos acercábamos a ella, con esa forma tan peculiar que tiene se identificaba fácilmente.

Llegamos al aeropuerto, allí mismo alquilaron un carro y metimos todas las maletas en él, salimos directo a la famosa Avenida Santiago Mariño.

Era una avenida con muchísimas tiendas una al lado de otra y podías encontrar de todo y muchísimos productos importados. En 1983 se produjo la devaluación del bolívar en el llamado Viernes Negro y ya la facilidad de viajar al extranjero había mermado para muchos, quedando una opción muy cerca, que era viajar a la Isla por ser lo que llamábamos puerto libre.

Me sorprendía cómo compraban perfumes, ropa, y lo que se les apeteciera. Me costaba un poco decidir que pedir cuando me preguntaban, no se me ocurría nada.

Luego de esa aventura nos reunimos con el otro grupo, al fin me encontré con mis hermanos y allí estuvimos caminando por la 4 de mayo, los adultos se quedaron hablando en un restaurante. Ya tarde nos tocaba ir a dormir y me despedí de mis hermanos que se hospedaban en la lancha y nosotros en un apartamento.

No estoy clara si fue en la mañana o en cuanto llegamos en la madrugada, pero sí sé que en el momento que abrieron el maletero, ocurrió algo inesperado, estaba completamente vacío no había nada, ni maletas, ni compras, ¡Nada!  Creo que solo dejaron una maleta de uno de los adultos.

Pues es así, no solo me quedé sin la maleta, me quedé sin nada, toda la poca ropa, más las cositas nuevas que me compraron habían desaparecido. Al día siguiente me compraron unas mudas de ropa y las cosas básicas para sobrellevar los días del paseo, después de ahí disfruté de la playa, la familia y la isla, ya el incidente pasó al olvido con tanta diversión.

A pesar de esa bienvenida que me dio la Isla, sigo extrañando sus playas y lugares maravillosos. Quedó como una anécdota que no se volvió a repetir y cada vez que recordamos ese momento nos reímos.

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